Joan Manuel Serrat
Joan Manuel Serrat
Joan Manuel Serrat
Joan Manuel Serrat
Joan Manuel Serrat
Joan Manuel Serrat
Joan Manuel Serrat
Joan Manuel Serrat
Joan Manuel Serrat
Joan Manuel Serrat
Joan Manuel Serrat
Joan Manuel Serrat
Este hombre del casino provinciano
Que vió a Carancha recibir un día
Tiene mustia la piel, el pelo cano
Ojos velados por melancolía
Bajo el bigote gris, labios de hastío
Y una triste expresión que no es tristeza
Sino algo más y menos: el vacío
Del mundo en la orquendad de su cabeza
Aún luce de corintio terciopelo
Chaqueta y pantalón abotinado
Y un cordobés color de caramelo
Pulido y torneado
Tres veces heredó y tres ha perdido
Al monte su caudal; dos ha enviudado
Sólo se anima ante el azar prohibido
Sobre el verde tapete reclinado
O al evocar la tarde de un torero
La suerte de un tahúr o si alguien cuenta
La hazaña de un gallardo bandolero
O la proeza de un matón, sangrienta
Bosteza de políticas banales
Dicterios al gobierno reaccionario
Y augura que vendrán los liberales
Cual torna la cigüeña al campanario
Un poco labrador, de cielo aguarda
Y al cielo teme; alguna vez suspira
Pensando en su olivar, al cielo mira
Con ojos inquietos si la lluvia tarda
Lo demás, taciturno, hipocondríaco
Prisionero de la Arcadia del presente
Le aburre; sólo el humo del tabaco
Simula algunas sombras en su frente
Este hombre no es de ayer, ni es de mañana
Sino de nunca; de la cepa hispana
No es el fruto maduro, ni podrido
Es una fruta vana
De aquella España que pasó y no ha sido
Esa que hoy tiene la cabeza cana